Cuando era niña, me levantaba muy temprano para amasar y hornear unos panecillos para el almuerzo de todos los domingos en casa de mis abuelitos.
Me hubiera encantado ser chef, mi mamá hubiera puesto el grito en el cielo, en esa época no era una carrera, sólo una afición.
Una de mis especilidades es la Carapulcra, no era mi cumpleaños si no almorzaba eso. Me encanta prepararla, con todos los secretitos de mi mamá. He llegado a cocinar para 100 personas, de forma casera, sin grandes ollas o cocina industrial sólo con ingenio, paciencia, amor y sazón.
¡Una locura! ¡Ni yo lo creo!
Ahora disfruto probando recetas, creando mis propias versiones y sabores. Tengo mis fans culinarios, que degustan mis delicias cuando se les antoja.